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HISTORIA
DEL VINO EN AMERICA
La historia del vino en América comenzó
con la llegada de los primeros conquistadores españoles. Cristóbal Colón trajo
estacas o semillas de vides desde España o las Islas Canarias en su segundo
viaje a América, en 1493. Los primeros pobladores del Nuevo Mundo trataron
infructuosamente de desarrollar la vid en los territorios de América Central,
pero el clima tropical impidieron que la vid prosperara en dichos suelos.
El primero en lograr con éxito el cultivo
de la vid en América fue Hernán Cortés en 1524 "en tierras altas de
México". En 1530 la vid se cultivaba en la actual Colombia y en 1548 llegó
simultáneamente a Perú y Chile.
En el caso de Chile, el introductor fue
el fraile Francisco de Carabantes quien trajo estacas desde el Perú hasta el
puerto de Talcahuano. Desde allí se trasladaron estacas a Santiago donde se
plantaron aledañas a las nacientes casas que tenían construidas los
conquistadores. Uno de ellos, Alonso Moreno, obtuvo dos botijas de vino,
posiblemente poco más de un litro, en 1550. Es por lo tanto, Alonso Moreno, la
primera persona que obtuvo vinos en América al Sur del Ecuador.
La primera producción masiva de vino la
habría obtenido Francisco de Aguirre en Copiapó, denominada en aquellos años
Copiapó de la Selva. Casi
simultáneamente en la zona central, específicamente en la ahora denominada
Comuna de Peñalolén, se habrían obtenido los primeros vinos de esta parte del
país.
En 1556, a través de la
localidad de La Serena
y por intermedio del Padre Francisco Cidrón o Cederrón, la vid fue introducida
en la localidad de Salta, en Argentina.
Desde el punto de vista oficial
histórico, el primer viticultor chileno sería Rodrigo de Araya, consignado como
tal en el Acta de Fundación del Vino Chileno, descubierta en el Archivo de
Indias por el historiador José Toribio Medina.
Siglo XIX
Las buenas condiciones climáticas
permitieron que el cultivo de la vid se extendiera en la parte central de
Chile. Pero pasaron tres siglos antes que se produjera un vuelco en la
vitivinicultura chilena: en 1851 Silvestre Ochagavía introdujo cepas francesas
en su propiedad de Talagante, y de esa forma inició la sustitución de las
antiguas cepas españolas por las de Cabernet, Cot, Merlot, Pinot, Sauvignon,
Semillón, Riesling y otras que constituyen la base de la producción de vinos en
esta nación sudamericana.
Poco tiempo después, el mismo Ochagavía
volvió a impactar la producción chilena de vinos con la contratación de un
enólogo francés, Joseph Bertrand. La idea contagió a otros productores, y a
finales de siglo las principales empresas vitivinícolas habían contratado
técnicos europeos, en su mayoría franceses.
En 1877 comenzaron las exportaciones de
vinos chilenos a Europa, y su calidad fue destacada en las exposiciones de
Burdeos (1882), Liverpool (1885) y París (1889).
Siglo XX
En 1900, las vides ya cubrían 40.000 hectáreas
del territorio chileno. La superficie destinada a la vitivinicultura continuó
incrementándose hasta 1938, cuando era de 108.000 hectáreas.
La historia del vino chileno en el siglo
XX no fue fácil. Una ley de alcoholes virtualmente prohibió la plantación de
viñedos y los trasplantes de viñas, mientras que la Segunda Guerra
Mundial cerraba la puerta de las importaciones, incluyendo las de maquinaria
vitícola.
La ley que restringía los viñedos fue
derogada en 1974. A
partir de 1980 la liberalización normativa y la apertura económica del país
detonan una revolución. El sector vitivinícola se armó de maquinaria moderna,
mejoró la tecnología de riego y plantación, incorporó cubas de acero inoxidable
y barricas de roble francés, comenzó a utilizar botellas de mejor calidad.
Entre 1982 y 1983 se alcanzó la
producción más alta, coincidiendo con una importante reducción en el consumo
local. Ambos elementos provocaron una crisis de proporciones, con caída de
precios y reemplazo de cultivos. Fue justamente en esta época cuando el esquema
de familias tradicionales propietarias de grandes viñas comenzó a ser
reemplazado por el de grupos económicos o sociedades anónimas, incluso con participación
internacional, lo que impulsó definitivamente la modernización del negocio.
En los años noventa los vinos chilenos
consolidaron definitivamente su presencia en el mercado internacional, con
excelentes resultados y un prestigio bien ganado. Las exportaciones a Europa,
Estados Unidos y principalmente Asia, han crecido cada año reportando en 2002
un total de US$ 601,6 millones. Actualmente los vinos chilenos se exportan a
más de 100 países en cinco continentes.
El vino es una bebida para adultos sanos,
no recomendado a las mujeres en estado de gestación, los lactantes y menores de
16 años. Es sano solamente cuando es bebido con moderación, es decir, con
respeto, educación, cultura e inteligencia, lo cual permite disfrutarlo con los
cinco sentidos.
Los mayores encantos del vino están en
sus matices cromáticos y en sus aromas, ni beber mucho ni beber deprisa aumenta
el placer del vino, sino que todo lo contrario.
El vino está hecho para acompañar a otros
alimentos y no como un objetivo por sí mismo, no obstante, es aceptable en
cantidades moderadas como aperitivo y/o bajativo. Armonizar un vino con
alimentos, así como con oportunidades, es un arte